Cuando recibo un correo de una chica desesperada, pidiendo información para resolver su vaginismo, puede pasar que no me conteste, a pesar de que le he enviado diferentes soluciones para hacerlo.  He podido ir averiguando lo que frena a algunas a dar ese paso, a tirarse, como dicen, al vacío.

En primer lugar, yo diría que la imagen que me viene a priori, es la de lanzarse, pero más que al vacío inseguro, lo percibo en paracaídas, con viento suave y aterrizaje seguro. El problema siempre es tomar la decisión, ya que por muchas ganas que se tengan, por muchos pros, hay contras también, disfrazados de excusas para no comenzar.

Vamos a ir viendo algunos de los motivos por los que una chica no comienza enseguida a tratarse. Uno de los más recurridos es el temor a que la toque la terapeuta ya en la primera sesión, o le quiera meter alguna cosa dentro de la vagina. 

Quisiera aportar un poco de luz y calma ante esto.  Vamos a ver, el tratamiento es físico, porque seguramente ya ha hablado con psicólogos o sexólogos y no lo ha solucionado. Así que esta vez hay que actuar, hay que abordar el acercamiento físico, para conseguir resultados. Pero eso no quiere decir que se hagan cosas con poco tacto, o con rapidez, o con engaños, o saltándose los umbrales de molestias o dolor.  Precisamente el tratamiento presencial es la garantía de que te vas a acercar a todos esos miedos que tienes, de una manera progresiva, para irte acostumbrando poco a poco a aquellas cosas que te causan inseguridad.  Cuando vas viendo que lentamente, consigues adaptarte a los masajes, a los dilatadores y a cualquier parte el tratamiento, vas cogiendo seguridad y consigues integrar, tanto en tu mente como en tu cuerpo, la normalidad.

Piénsalo bien, si tú no eres capaz de acercarte a tu vulva y a tu vagina, si no puedes introducirte nada, alguien deberá enseñarte a base de una práctica adecuada, que ni te dañe ni te dé miedo. Quiero decir que, si confías en la experiencia, como en la praxis y la ética de la terapeuta, tendrás asegurado un buen comienzo.  En cambio, si te quedas donde estás, esperando a que algo cambie, lo más seguro es que pases a formar parte de la lista de mujeres que piden ayuda a partir de los cuarenta años, como último cartucho, porque quieren ser madres.

Si eres de estas que tienen miedo a la primera sesión, te recomiendo que recapacites, que te quites falsas creencias, que son los que te impiden actuar y pedir tratamiento.  Ten por seguro que la aproximación de la terapeuta a tu cuerpo, será gradual y siempre con tu permiso.

Antes de ello, o mientras está sucediendo, puedes armarte de valor y empezar tú a aproximarte, primero a tu vulva, tanto visual como físicamente. Mírala, tócala con aceite, investiga tu anatomía poniendo nombre a lo que ves y tocas.  Si no sabes demasiado, busca información al respecto, sobre anatomía y fisiología. Muchas de mis pacientes no ubican ni la entrada de la vagina, ni el clítoris y pueden llegar a confundir partes de la vulva. Ahí está tu primer trabajo.  Si quieres ser dueña de tu cuerpo, empieza por ahí, antes de acudir a la terapeuta o confía en ella para que te muestre, también tocando esas partes, que van a ser las protagonistas de tu tratamiento.

¿Qué va a hacer la terapeuta en la primera sesión?  Aparte de preguntarte, y anotar  aquellos datos que se necesitan para saber tu historia personal, te va a invitar a tumbarte en la camilla (sin perneras) para visualizar tus genitales externos y si lo deseas te va a dar un espejo, para que mientras lo vaya haciendo, tú puedas verlos también.

Una aproximación amable, para nada agresiva, será también tocar, con su dedo enguantado y untado en aceite, los labios, el periné y dejarlo en la entrada sin moverlo para que notes precisamente dónde la tienes.  Todo ello te ayuda.  Si no lo permites ¿lo vas a hacer sola?  Podrías, pero es un plus, empezar a sentir que alguien lo hace, y eso es lo que te preparará a llevar bien tus revisiones ginecológicas, o al menos en un principio, el tacto del médico en tu entrada vaginal.  ¿Te imaginas haberlo superado y recibir eso de buen grado, sin espavientos, ni retorcimientos de cuerpo y poder tener una revisión sin dolor?

La terapeuta te va a dar un dilatador pequeñísimo y te va a invitar a ponértelo.  Si lo deseas, lo va a ubicar en tu entrada para que te seas más fácil, si es que nunca lo has hecho. Y a partir de ahí comienza mano a mano, un camino de aprendizaje, lleno de confianza mutua.  ¿Te lo vas a perder?

La mala fama de que en esas sesiones la fisioterapeuta introduce los dilatadores, no es cierta, te insta a que lo hagas tú. Puede ser que te corrija un ángulo o como mucho que sin que lo notes siquiera, termine de introducirlo.  Hace aquello que tú no te atreves a hacer, sin que te des cuenta.

A todas aquellas que no empezáis el tratamiento porque tenéis miedo a que la terapeuta actúe, haciendo todo aquello que no podéis hacer, os diría que hagáis algo muy sencillo y es preguntar, a las que han pasado por ese proceso, si se han sentido invadidas o atacadas.  Hay muchísimas chicas que desean ayudar con su experiencia en el proceso. Simplemente pídeme contactos y te los daré.  Haz lo que sea, pero no me digas que no empiezas el tratamiento porque temes ese acercamiento físico por mi parte.

¿Vas a dejar pasar la oportunidad de recuperarte?  Sé valiente y lucha, primero contigo misma.