Puede parecer normal que una pareja se rompa porque ella tiene vaginismo. He escuchado muchos comentarios de gente ajena a esta afección y todos concluyen en el vértice, de pensar que un hombre no puede aguantar años de relación, con alguien que tenga vaginismo. Es como si estuviera en la mente de todos, que un hombre necesita la penetración para poder vivir feliz con su pareja. Pues bien, a pesar de ser un argumento, con cierto peso en nuestra sociedad, os aseguro que he sido testigo de situaciones muy diversas, que no apoyan demasiado esta teoría.
Muchas parejas, de vaginismo primario, acuden a mi consulta diciéndome que llevan juntos, 5, 10, 15 … 20 años por mucho que cueste creerlo. La mayoría comentan que se entienden sexualmente, aunque les falte la penetración. Por otro lado, es cierto que muchas chicas me cuentan que cuando sus novios de las aplicaciones, saben de su afección, desaparecen. Es decir, que, por una parte, una persona que busca un nuevo plan de pareja, si sabe que no habrá coito de momento, deja de interesarle esa persona, pero por otra parte un hombre que está bien en todos los aspectos con su pareja, puede decidir esperar, hasta que se solucione el problema. Está bastante claro que a los que llevan años de relación, les une otras muchas cosas y no es así en las nuevas relaciones que tan solo han intercambiado unos cuantos mensajes y un par de citas con café. Si lo que buscan es un coito, evidentemente que están en su derecho de abandonar la relación, que ni siquiera han tenido tiempo de conocer a fondo.
Conozco bastantes parejas en las que uno de ellos sufre de alguna ¿diferencia? O ¿cómo le podríamos llamar? Es decir que tiene algo, que socialmente no parece colmar la felicidad del otro, pero lo hace, quiero decir que siguen juntos a pesar de ello y del esfuerzo que supone para ambos. Condiciones físicas, como la ceguera, la parálisis, la sordomudez, es decir que tienen un peso emocionalmente hablando, para el otro, no son lo suficientemente definitivas como para romper con una relación. En cambio, el vaginismo que es puntual y pasajero, parece que tiene un peso social muy fuerte, La sexualidad es muy importante en una pareja y poner el peso en la penetración es demasiado fácil, pero no contundente. Igualmente podríamos hablar de la homosexualidad, donde la penetración no suele considerarse tan imprescindible como en las relaciones heterosexuales. Hace años tuve la oportunidad de conversar con dos hombres homosexuales, de diferentes edades, que me dijeron que nunca habían podido tener penetración anal, pero que estaban muy bien con sus parejas. Igualmente he tenido pacientes lesbianas con diez años de pareja, que me han dicho que nunca han necesitado la penetración con ningún objeto y que viven muy bien con su vida y que solo necesitan salir de ese vaginismo, para poder hacerse revisiones ginecológicas. Pero el peso del coito en los hombres heterosexuales está como muy sobrevalorado. Probablemente porque la cultura social sexual, lleva a esa manera fácil y rápida de eyacular.
Las personas, se entienden, se buscan, se necesitan, se sienten bien cuando un conjunto de cosas, se coordinan para dar bienestar y felicidad. Ya sea el humor, los proyectos comunes, los juegos sexuales, el ocio compartido, la química y todo aquello, en los que los dos se encuentran en ese espacio común, único, del cual no desean, ni necesitan salir. Es decir, que la otra persona tiene una serie de cualidades, de maneras de ser y proceder, que colman del todo la propia felicidad. Y si de momento no hay penetración, no es motivo para abandonar esa relación tan especial. No abundan demasiado, así que vale la pena esperar.
Cuando una pareja con vaginismo se rompe, puede ser debido a muchas causas, no solo al vaginismo. Lo que sucede es que cuando existe esta afección, empiezan a suceder situaciones, emociones y comportamientos, que rompen la cadena de la felicidad. ¿Qué le puede suceder a la mujer que padece vaginismo? Tristeza, baja autoestima, depresión, celos, obsesión, desconfianza, abandono y desinterés por la pareja. He hablado con muchas chicas que están en estas condiciones y os cuento por ejemplo una charla telefónica que tuve hace poco con una de ellas: “Pilar, noto que mi marido está como enfadado conmigo. Tengo miedo de que me deje. Busco por sus bolsillos y en su móvil. Casi no hablamos, yo solo voy llorando todo el día. No me ducho ni me arreglo, siquiera. Creo que no vale la pena ya, no siento fuerzas. No le sirvo”.
¿Y qué le pasa a él? Hablo con hombres, parejas de mujeres con vaginismo, y me dicen cosas como estas. “Pilar, ya no sé qué hacer. Le digo de ayudarla con el entrenamiento y no me deja. No permite que la toque y me siento rechazado. Llora todo el día, está triste, tiene celos, se cree cosas que no suceden. Solo quiero que ella acabe con su problema, porque es la mujer de mi vida. No quiere verse con mi hermana y sus niños, porque se entristece pensando que nosotros no tenemos niños. Eso dificulta mucho la vida familiar, mi vida con mi familia. ¿Qué más puedo hacer?”
Son las dos versiones y ambas son lícitas. Lo único que las va a ayudar es el diálogo sincero. Pero no solo eso. La mujer necesita empoderarse, saber que es pasajera la afección del vaginismo, poner todo de su parte para sobreponerse, para salir de ese lugar insatisfactorio y hablar sin tregua con su pareja. Saber qué quieren los dos, con qué cuentan, qué necesitan y ponerse a luchar por lo que quieren. Quizás en este caso falta diálogo y acercamiento. Hablar de lo que sucede, de cómo superarlo, también del resto de las cosas, no solo del vaginismo. Y acercarse el uno al otro física y emocionalmente, trabajar en equipo en el tratamiento, planteándose la superación del mismo como algo conjunto.
Recordar que no siempre el vaginismo es la causa de la ruptura de la pareja.