El vaginismo afecta la relación de pareja de un modo muy claro, ya que no deja de ser un elemento distorsionador, dentro de la misma. De todos modos, hay diferentes perfiles y he sido testigo también de muchas parejas que han permanecido juntas en todo el proceso, disfrutando después del éxito de la superación de la afección.
Recuerdo muchas historias, y os voy a contar algunas.
Olga y Luís venían de un pueblo cercano a Barcelona y siempre estaban juntos en las sesiones. Tenían muchos intereses comunes, como las mascotas y trabajar de voluntarios en una asociación de acogida. Habían conseguido, además, uno de sus sueños, que era tener una casa en el campo. Siempre hablaban bastante entre ellos y conmigo, con lo que teníamos unas sesiones muy distraídas. Olga fue superando el vaginismo y a la última sesión, que era más que nada de constatación para dar el alta, vino con su madre. Me contó que le había explicado el tratamiento y que le había apetecido mucho que ella pudiera ver lo que hacíamos. Terminamos pues nuestras sesiones y la cité para al cabo de un mes a revisión. Vino sola esta vez porque según me dijo, hacía más de mes y medio que se había separado. Mi sorpresa fue grande ya que no lo hubiera imaginado, por todo el contexto en general de esta pareja. No habían tenido nunca penetración, ya que rompieron antes. Cuando le pregunté a Olga el motivo de la ruptura, me dijo – “Me di cuenta de que estaba con él porque era como que le debía algo. Ahora, al ver que ya no era así, he decidido que no quiero seguir, que deseo hacer mi vida de otra manera y empezar de cero” Cuando le dije que él me parecía tan cariñoso con ella, siempre al lado de su cabeza en las sesiones y dándole la mano, me siguió sorprendiendo cuando me dijo – “En casa, no era así, Pilar”. Olga tenía entonces 35 años.
Sara, de 39 años, venía siempre sola y me hablaba mucho de su pareja, con la que hacía muchas salidas los fines de semana, a base de ir a la montaña y hacer excursiones con amigos. Su tratamiento no fue ni corto ni largo, ya que empezamos con un vaginismo bastante severo tirando a fobia, pero en un momento dado hizo un cambio y empezó a fluir. Ella tenía muchas ganas de ser madre, la verdad es que estaba muy ansiosa por terminar y empezar a buscar la maternidad. Siempre se tienen miedos sobre si va a ser fácil o no quedar embarazada, sobre todo después de superar el vaginismo, lo cual muchas veces lleva su tiempo o mejor dicho, sus años, acercándose en muchas ocasiones a fechas límite para conseguirlo con facilidad. Le di el alta con gran alegría, quedando en vernos al cabo de un mes para la revisión. Me escribió un correo a los 15 días para contarme que lo habían dejado. Ella estaba hundida. El motivo fue que ya llevaban hablando hacía un tiempo sobre ir a buscar el bebé, lo cual a él no le apetecía, ya que pedía durante un tiempo, disfrutar de la nueva etapa de relaciones sexuales, cuando llegara el momento. Una vez Sara tuvo el alta, le mostró de nuevo sus ansias por quedar embarazada y fue entonces cuando él decidió terminar con la relación.
Eva y Alex, muy jóvenes, de unos 22 años, venían siempre juntos a terapia. Eran alegres y divertidos, la verdad es que nos reíamos mucho. El tratamiento, me contaron que lo pagaba su madre y que le decía su hija que no tuviera prisa en solucionarlo, que así ella estaba más tranquila si no tenía relaciones, y claro, más risas que nos echábamos. Se solucionó en poco tiempo y el día que vinieron para contarme que ya habían podido tener penetración, me dijeron – “¡Ai Pilar! qué contentos estamos. ¡Por fin!”. Se les veía muy felices. Entonces Eva me dijo – “De todos modos quería decirte que no me gustó tanto como imaginé”. Alex se giró hacia ella con una expresión de sorpresa. –“No, cariño, no quiero decir que no me gustara, solo que pensé que sería más… no sé … de otra manera”. Y ahí hablamos de la importancia de no centrarlo todo en el coito, de seguir con todos aquellos juegos que habían tenido antes, etc. etc. Pero aquello debía ser ya una premonición, porque al cabo de unos meses me encontré con Eva por casualidad y me dijo que ya no estaban juntos. El motivo fue que no se entendían demasiado con la nueva relación sexual.
Elisa con 28 años, inició su tratamiento de vaginismo con la ilusión de ir a visitar a su novio en un par de meses, a Austria. Llevaban 6 meses juntos, sin poder tener penetración y él se fue a trabajar fuera de Barcelona. Se llamaban i veían cada noche, se sentían muy cerca y ella le iba contando las novedades del tratamiento, sobre todo los avances. Era como una carrera bajo la presión de ir en semana santa a visitarle y empezar una nueva etapa sin limitaciones. A pesar de eso, fue todo bastante fluido y sin darnos mucha cuenta, llegó el final de su tratamiento. Elisa se iba quince días y pidió hora conmigo pasado ese tiempo. A los ocho días de su viaje, llegué a la clínica y la vi apuntada en mi agenda. Primero pensé que era un error, pero la encontré en la sala de espera al ir a despedir a una paciente. – “¿Qué haces aquí? – le dije extrañada. Cuando pasamos a la consulta me explicó una historia que me pareció increíble. Su novio había invitado esos días, también a un amigo, cosa que ella no entendió demasiado. El chico estaba muy raro ya solo llegar, pero la buena noticia fue que pudieron tener relaciones con penetración, dos días seguidos. A partir de ahí, el empezó a distanciarse, incluso se iba de casa varias horas sin decir dónde iba. Ella me contaba que la gran suerte que tuvo, fue que el amigo era muy cercano con ella y le sirvió, no solo de paño de lágrimas, sino que se ocupó de ella hasta su regreso. Finalmente, a los cinco días, la pareja pudo hablar sobre lo que estaba sucediendo y él le dijo que lo sentía mucho, pero que no había logrado olvidar a su anterior novia. La chica lo pasó muy mal, pero me encantó la entereza con la que me dijo – “Me ha servido para saber que puedo tener relaciones con penetración y así con el próximo chico todo será más fácil.”
Lucía acudió a mi con 42 años. Vaginismo primario y vivía con su marido desde los 30 años, sin haber podido tener penetración. Hicimos un tratamiento rápido y le di el alta en dos meses y medio. Nunca me contó cómo le había ido, ni contestó mis correos. A los 5 años me volvió a visitar diciendo “Pilar, el día que salí de aquí con tu alta, llegué a casa y me encontré una carta de mi marido diciendo que se iba de casa. No he estado con nadie en estos años, pero ahora he conocido a una persona y necesito saber que va a funcionar” Y, efectivamente, funcionó.
Algunas observaciones que me pasaron por la cabeza, al conocer estos desenlaces, fueron las siguientes:
. Que algunas mujeres quieren quedar embarazadas enseguida y a lo mejor los hombres piden un tiempo.
. Que las mujeres se sienten culpables, que permanecen al lado de sus parejas con la esperanza de darles lo que les piden, pero cuando saben que pueden tener una sexualidad normalizada, se dan cuenta de que estaban con esa persona por gratitud y porque les debían algo, pero les cambia la motivación y cuando se sienten libres, pueden cambiar de rumbo.
. Que cuando termina el vaginismo, empieza una nueva era de conocimiento sexual a dúo, donde se debe experimentar, probar, investigar y crecer juntos en sexualidad. No viene dado con el alta.
. Que las distancias físicas pueden enmascarar relaciones no solucionadas.
. Que si el problema dura muchos años, puede acabar absorbiendo la atención de la pareja y otros aspectos pueden estar pasando desapercibidos