Generalmente, a las pacientes con vaginismo, siempre les preocupan las mismas cosas y después de escribirlas y leerlas, podemos ver que son preguntas “¿Y si? Este tipo de preguntas, vienen dictadas por la inseguridad, por la angustia y por quererlo controlar todo, incluso antes de que suceda. Se anteponen al entrenamiento o al éxito, buscando causas de fracaso, con lo cual, están bloqueando la ilusión, el entusiasmo, la motivación para llegar a triunfar en su objetivo. Lo primero de todo sería buscar las famosas reseñas, tan de moda hoy en día, los testimonios de aquellas que se lanzaron al tratamiento, que lo hicieron y que han conseguido solucionarlo. Es decir, si mucha gente testifica que lo ha solucionado con el tratamiento de fisioterapia, explica cómo le ha ido y agradece haberlo hecho, se debería confiar, ya que es una realidad positiva, delante de las dudas que se puedan tener. Siempre es posible también, hablar con madrinas o con cualquier mujer ya recuperada, para que de viva voz se escuchen los pormenores del tratamiento. ¿Cuánto tiempo duró el entrenamiento? ¿Cuánto rato hay que dedicarle a diario? Si les dolió… si es efectivo al cien por cien… Estas serían las dudas antes de comenzar a tratarse, lo que frena para decidirse a apuntarse a un curso o asistir a sesiones individuales o bien tratarse presencialmente. Y es una lástima porqué después de leer correos llenos de angustias, de dolor por la situación, quedarse a las puertas de la solución parece algo increíble. La ansiedad que genera no poder hacerse revisiones ginecológicas, por ejemplo, es una situación que provoca miedo y estrés. La prisa por ser madre en edades límites y ni siquiera haber empezado a probarlo, puede alterar por completo la cotidianidad de la mujer. El ver como la pareja pierde calidad de relación, porque les falta algo para completarla, somete a una gran presión. Entonces, delante de todas estas situaciones desagradables y ante la impotencia de resolverlas, lo más lógico sería lanzarse a un tratamiento que, por otro lado, no significa lanzarse al vacío sino a un colchón de resultados explicados por las mismas pacientes.
Hay dudas que reflejan claramente que vienen de creencias limitantes, como sería la duda ante esto “Pienso que igual las otras chicas pueden, pero yo no” Parece que aquí se puede entrever una falta de autoestima, un poco de desconfianza hacia los resultados de una propia acción. Quizás haya un ejemplo anterior o bien una actitud propia de la persona. Hay una gran diferencia cuando escuchamos “Sé que lo voy a conseguir”
También he escuchado varias veces la frase de “Puede ser que yo tenga la vagina pequeña y no tenga solución” De nuevo estamos ante una duda que implica quitarse de encima el problema, dando la culpa a la morfología. “No es que yo no quiera, sino que es imposible” También en paralelo puede haber la duda de “si puede ser que a mí el tratamiento no me funcione” Aquí no se piensa en vagina pequeña, sino en la globalidad de la persona, que por cualquier motivo, el tratamiento que le funciona a tanta gente, a ella no. Si al lado ponemos un pensamiento positivo, podemos ver cómo se cae esta creencia, al igual que una baraja de naipes. “Si todas pueden, yo también podré” Me he encontrado con alguna paciente (la última fue la semana pasada) que me dijo en varias ocasiones “cuando vi tu web y los testimonios, supe que contigo lo iba a conseguir” Llamémosle intuición o que a veces todo fluye, el momento personal y las circunstancias que aceleran la decisión.
Es muy lícito que antes de apuntarnos a un curso, a una jornada, a unas clases de lo que sea, primero veamos dónde nos metemos, precio y tiempo, transparencia y fiabilidad de quien lo imparte. Pero una vez aclarado esto, si seguimos teniendo bloqueos, sepamos ver de dónde vienen. Es muy raro, muy extraño que, si estamos buscando una solución a un problema tan limitante, una vez que encontramos un camino, no lo sigamos. ¿Qué se puede perder?
Estas indecisiones de las que he hablado hasta ahora, me hacen sufrir ya que, por su culpa, la mujer no empieza a tratarse y demora, a veces durante muchos años la solución y multiplica su angustia con el tiempo que pasa. Frases como “tengo 52 años, llevo 30 años casada y nunca hemos tenido relaciones con penetración” me siguen sorprendiendo todavía. ¿Nunca has hecho tratamiento? Les pregunto y me contestan que o bien no lo conocían o no se atrevieron. Me duele el alma cuando lo escucho.
Después están las preguntas a mitad de tratamiento, que aunque se haya podido ver un avance explosivo, aparecen como piedras en el camino, que hacen tropezar y frenar el entrenamiento. “¿Y si se me vuelve a cerrar la vagina?” “si no tengo pareja, ¿qué hago para que no se cierre?” “¿Y si me curo, pero no consigo la penetración?” Dudas y más dudas, boicot total de la mente que no ayuda en absoluto, siempre en negativo, tambaleando la fuerza de la persona que desea avanzar. Seamos conscientes de esas trampas y propongámonos apartarlas de nuestro camino, solas o con ayuda.
Conclusiones para ayudarte a ponerte en marcha. ¿Quieres curarte? ¿Deseas hacerte una revisión ginecológica? ¿Quieres tener un coito sin dolor? ¿Deseas ser madre en breve? Pues haz tratamiento con fisioterapia, soluciona los pequeños contratiempos, si los hay y confía. Confía… confía.
Te dejo una metáfora que hice hace tiempo.
Cómo trabajar los temores
Esta metáfora se la dediqué a una mujer que estaba muy preocupada por escoger un tratamiento.
Con los años te das cuenta de que la serenidad y la confianza en una misma, siempre te llevan a escoger el mejor camino.
El herrerillo
Había una vez, una hembra de herrerillo común, la cual habitaba en un bosque de aquellos que siempre hacen olor a primavera. Era preciosa, con su plumaje azul, volando muy feliz en aquel hábitat privilegiado y aún más en aquellos días, porque se acercaba la época de crianza.
Deseaba hacer un nido seguro, donde no pudiera llegar ningún intruso a perturbar la paz de sus polluelos. Un nido sólido para desafiar vientos y tempestades, hecho con fuertes ramitas olorosas, en un lugar especial, con las justas horas de sol y de sombra y con cierta soledad respecto al vecindario.
Una noche tuvo un sueño extraño. Se sentía agotada, trabajando en muchos nidos a la vez. Cada nido cumplía con uno de los requisitos anhelados, pero ninguno los reunía todos. Iba descontrolada de un nido a otro, sin descanso, estresada pensando que la hora se acercaba y no tenía nada decidido. Entonces se le apareció un herrerillo capuchino con un trozo de cordel en el pico.
- ¡Hola! Yo también estoy haciendo mi nido – le dijo
- ¡Qué suerte! Yo tengo muchos y ninguno me sirve
- Ya te he visto todo el día, muy trabajadora … ¿Cómo es que has hecho tantos?
- Lo quiero perfecto…. – contestó
- ¡Ahora lo entiendo! – dijo la graciosa visita de plumero en la cabeza, mientras intentaba no perder su tesoro, colgando del pico
- ¿Sabes una cosa? – continuó hablando – mi madre siempre nos decía que el secreto para disfrutar de la primavera y la puesta de huevos era “fluir y confiar” – y dicho esto, se despidió con un espléndido vuelo ondulante.
El herrerillo al despertar alzó sus alas y casi sin darse cuenta se encontró dentro de uno de los nidos que había hecho. Se aposentó y contemplando el entorno, empezó a disfrutar de su elección, de la misma manera que lo hizo días más tarde, admirando la belleza de las plumas azules de sus polluelos.