Una creencia es un estado mental en el que la persona supone cierta una cosa, es decir que da por verídico algo, sin poseer evidencias.  Las creencias pueden haber sido conferidas en el ámbito  familiar o en la escuela, o pueden ser fruto de una idea puntual  que se instala un día en el cerebro. De esta forma  pasan así a vivirse tan intensamente, que nunca nos preguntamos de dónde salieron o si son del todo ciertas, pero damos por hecho su autenticidad.

Hay creencias motivadoras que nos pueden ayudar a conseguir nuestros objetivos y a vivir mejor, como por ejemplo creer que siempre me tocan las rifas, o que siempre encuentro aparcamiento. Pero también hay creencias limitantes, que nos frenan, sin dejarnos avanzar.  ¿Cómo luchar contra algo que creemos cierto y que no nos beneficia?

En el vaginismo he podido comprobar que cuando una mujer tarda en solicitar ayuda, aún a pesar de su sufrimiento, es por alguna creencia arraigada que tiene y que  la paraliza, por mucho que quiera solucionar el problema.

Vamos a ver esas creencias limitantes, que son tan fuertes que no me permiten  solicitar una cita:

1.- “Volveré a fracasar como en los tratamientos anteriores”.  Cuando ya se han hecho otras terapias que no han funcionado, se van sumando experiencias negativas.  La decepción ante algo que hemos empezado ilusionadas, con muchas expectativas y no se cumple, deja un sabor amargo.  Cuantos más intentos fallidos, menos ganas tenemos de volver a probarlo.

2.-  “Tengo miedo a que me duela el primer día de tratamiento”. Algunas  pacientes me cuentan preocupadas que han oído que en la primera sesión ya se introducen dilatadores, dedos y demás cosas amenazantes para su vaginismo.  El simple hecho de pensarlo ya las paraliza.

3.- “Me fallará el tratamiento, porque nunca me sale nada bien”.  A veces se tiende a tomar como ejemplo algún intento que no dio buenos resultados, para tomarlo como referente en otras facetas de la vida.

4.- “Lo dejo y ya se arreglará solo” El abandono, esconder la cabeza debajo del ala, escurrir el bulto, no comprometerse, hacerse un ovillo y taparse para desaparecer… son reacciones de personas con miedos, que no quieren afrontar los problemas y van esperando que se resuelvan  solos .

5.- “Me paraliza dar el primer paso sola” La soledad ante un problema y ante una acción comprometida, puede ser causa de no querer comenzar un viaje.  Se necesita la mano de alguien que nos quiera ayudar de verdad, para dar ese paso hacia la libertad. Aquí juega mucho la baza del silencio, de no haber explicado nunca el problema del vaginismo.

Pero las creencias se pueden desmontar, de manera que pierdan fuerza, se vayan debilitando y dejen de ser lo, para dar paso al atrevimiento. De momento podemos empezar resignificando la frase amenazadora..   

1.- ¿Siempre has fracasado en todo lo que te ha interesado hacer?  ¿Siempre, siempre, siempre? Dime una cosa, un proyecto, algo que hayas hecho en la vida, que te ha funcionado (carrera, curso, amistades, trabajo…)   Muy bien, seguro que puedes nombrar más de uno.

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2.- ¿Te ayuda creer algo que no has probado? ¿Cuántas veces has presupuesto algo que no ha sucedido? Seguro que recuerdas algún hecho que dabas por hecho que te molestaría y después no ha sido así.

El primer día de tratamiento hay una aproximación a tu cuerpo y el límite de tu molestia es la prioridad para la terapeuta.

3.- ¿Nunca, nunca, nunca te salió nada bien?  Piensa ahora mismo en cosas reales  que te hayan funcionado como tu querías.  Seguro que ya estás pensando en más de una.

Puedo ponerte en contacto con mujeres que han hecho el tratamiento y han recibido una llave simbólica el día del ALTA. ¿A que te suena bien esta palabra?

4.- ¿Te apetece volverte a reprochar que no te has movido delante de un problema, o quieres cambiar esa tendencia en ti para siempre?

 La resolución del vaginismo empodera de tal forma a las mujeres, que posteriormente se atreven con cualquier cosa difícil que aparezca en su  vida.  Esa llave las acompaña siempre, recordándoles que pueden abrir puertas, con certeza.

5.- Si alguna vez has buscado compañero o compañera de viaje  ¿por qué  ahora no te atreves a hacerlo? O a lo mejor tu sola puedes ponerte en marcha para una primera cita  y demostrarte que la supervivencia da fuerzas para acometer con cualquier problema. Que tu puedes, como en tantas ocasiones te lo has demostrado.

Más tarde puedes buscar a esa persona que va a ser tu confidente. Una amiga, una madre, una mujer que ya lo haya pasado o tu misma terapeuta que no te dejará de la mano hasta el final.

Deja ya tus creencias limitantes y pide hora para solucionar tu problema. Si lo haces, te puedo asegurar que cuando llegue la primavera, junto al renacer de la naturaleza, tu también lo harás, serás otra, más fuerte, más libre, más feliz y sin este problema nunca más.