Tanto en la primera sesión como en las siguientes, mis pacientes necesitan explicarme sus vivencias alrededor del vaginismo, para que yo pueda entender además de su problema físico, las motivaciones que las han llevado hasta mi consulta. La violencia de género está muy presente en la sexualidad femenina y por lo tanto, cuando una mujer tiene una disfunción como el vaginismo, se le suma la carga de la cultura machista.

El vaginismo puede propiciar que la mujer sufra una baja autoestima por sentirse impotente y extraña ante su problema. Con el tiempo y durante el tratamiento irá descubriendo que no tiene ninguna culpa, pero lleva arrastrando durante años la mayoría de veces, una ansiedad basada en la culpa.  Se siente culpable por tener vaginismo. Se siente culpable por no haberlo solucionado, porque se la presiona.  Se siente culpable por no dar a su pareja lo que necesita, ya que le han enseñado que debe complacer. Se siente culpable por ser diferente a las demás, puesto que todas las mujeres deben cumplir con un mismo patrón de comportamiento seductor. Se siente culpable por no poder ser madre, esa condición que parece ser obligatoria. Se siente culpable por estar siempre triste, cuando se espera de ella que alegre la vida al otro.  Se siente culpable por no poder explicarlo, porque siente vergüenza. Se siente culpable por no poderse hacer revisiones ginecológicas.  Se siente culpable… se siente culpable.  Y a pesar de ello va a la universidad, trabaja, se busca la vida, se relaciona con su familia y con sus amigos y sigue viviendo como puede. ¡Tiene mucho mérito!

Todas estas culpabilidades de mis pacientes, se basan muchas veces en las conductas de sus parejas, que pueden haber sido relaciones puntuales o bien estables, con una convivencia de muchos años en ocasiones. He sido testigo en mi consulta de violencias de género que he presenciado, o he conocido a través de los relatos que ellas me han contado angustiadas. ¡Es tan fácil echarle en cara a una mujer que no puede tener un coito!

No quiero ni mucho menos obviar a las parejas, hombres y mujeres que he conocido como grandes apoyos de las mujeres con vaginismo y han sido muchos y muchas, dignos de una mención extraordinaria.  Porque no es fácil tampoco vivir sin coito y sin expectativas de tenerlo. Incluso una lesbiana puede ser que no entienda por qué no puede tener juegos amorosos con su pareja, que conlleven introducir los dedos o cualquier objeto en la vagina de la otra. Hay mucha gente encantadora que sabe acompañar en cualquier momento y etapa de la pareja, pero hay otros que no saben, que no pueden, que no lo hacen y que tienen reacciones que no hacen más que hundir a la mujer.

Porque violencia de género es no querer hablar de tu vaginismo y rechazar tus caricias porque calientas motores y después no hay coito.

Violencia de género es culpabilizarte del vaginismo.

Es también violencia de género recordarte que un hombre necesita tener coitos.

Violencia es cuando una chica le exige a su chica cada noche que se meta algo en la vagina, cuando sabe que no puede.

También lo es serle infiel y recordarle que lo has hecho porque ella no te da lo que necesitas.

¿Acaso no es violencia de género ridiculizarla en una cena cuando preguntan los amigos sobre el número de coitos que tenéis a la semana?

Es violencia de género cuando un ginecólogo le dice a una mujer con vaginismo, que si no se pone las pilas su pareja la dejará.

Siguen sumando violencias las frases de “eres una histérica”, al referirse al vaginismo, vengan de profesionales de la salud o de la sociedad.

Violencia de género es decirle a una mujer en la consulta ginecológica, que se tome una copa de vino para hacer el amor o que se abra de piernas y que se relaje.

Una chica es agredida por su género, cuando ha quedado con un chico por una aplicación y él se va, cuando le cuenta que tiene vaginismo.

Violencia de género respecto al vaginismo es cualquier acción o palabra que ridiculice, menosprecie, acuse o rebaje a la persona que lo sufre, respecto a la otra o a la sociedad en general, demostrando una prepotencia patriarcal.

Las mujeres con vaginismo no solo tienen que lidiar con su afección, sino con su entorno, con la cultura y muchas veces con la religión. Imagina una mujer musulmana que cumple con su promesa de no tener relaciones hasta la boda y es entonces cuando se encuentra con la imposibilidad en su vagina, de ser penetrada. Pues bien, además de lo que comporta con la pareja el tener esta afección (es decir, no complacerle) tiene la presión del marido y de la familia, de ser madre lo más rápidamente posible.

Violencia de género es pedir sexo con penetración a una mujer, cuando no lo puede dar.

Es demostrar indiferencia en otros aspectos de la convivencia, porque la parte sexual no “está completa”.

Recuerdo una consulta que tuve con una pareja, ella era de Tailandia, no hablaba español y él le iba traduciendo casi todo lo que decíamos.  El tema era que ella tenía vaginismo y el chico “me la traía” para solucionarlo.  Recuerdo una frase que él repetía sin parar “baby, soy un hombre, entiéndelo, venga haz algo” La chica me miraba tumbada en la camilla, creo yo, sin ningunas ganas de solucionarlo, al menos para él.