Toda acción que hacemos, toda decisión que tomamos, tiene una trayectoria que va mucho más allá del futuro inmediato. Nuestra generación, en cuanto al vaginismo se refiere, seguramente marcará un antes y un después en el tipo de tratamiento, sobre todo.  Ya no se derivan a todas las mujeres al psicólogo, sino que se contempla el tratamiento físico como solución a esta afección. Está claro que todo lo que hagamos, cuanto más ruido generemos, va a ser mucho más beneficioso para que el vaginismo se empiece a tratar lo más pronto posible y también en el menor tiempo posible. 

Cuando las mujeres se tratan de esta afección, lo comentan con alguien cercano, ya sea familia o amigas y además siempre hay la oportunidad de salir en medios informativos, con lo cual la divulgación se amplía, permitiendo a mucha más gente la posibilidad de saber del tema.  Y una vez conoces de qué se habla, siempre puede surgir que alguien necesite tratamiento y puedas asesorarla.  Es decir que la fórmula sería más o menos así:

Paciente tratada = apertura social = mayor difusión = mayor conocimiento en ámbitos médicos = más rapidez en encontrar solución = mujeres tratadas más jóvenes = disminución del sufrimiento = información a las chicas jóvenes = disminución de casos de vaginismo.

Ha sido leyendo un magnífico artículo de Roman Krznaric, que me he puesto a pensar en el impacto de mi trayectoria como fisioterapeuta especializada en vaginismo.  Hasta ahora siempre pensaba que estaba abriendo camino, dando visibilidad, ocupándome en atender a todas las mujeres posibles. Como mucho, mi deseo iba dirigido a las hijas de estas mujeres que han sido tratadas de vaginismo.  Siempre les digo, que si tienen una hija, le enseñen todo aquello que han aprendido respecto a su cuerpo y también a expresar sus necesidades y sus emociones.  Siempre me contestan que a esa niña no le va a pasar lo que a ellas.

Pues bien, esta entrevista leída una mañana de sábado aún en la cama, dándome tiempo a comenzar el día, me ha impactado tanto, que me he dado cuenta de cómo he empezado a cambiar mis pensamientos y aunque no he tomado decisiones concretas, sí que sé que me llevará a ver las cosas bajo otra perspectiva, mucho más allá de las hijas de mis pacientes. De momento he empezado ya a pensar en las nietas de las hijas de las pacientes tratadas ahora. Y veo que solo así trazaremos una ruta efectiva a largo plazo.

Según el filósofo Krznaric “la humanidad del futuro nos declarará culpables” y nos aconseja que “seamos buenos antepasados para las generaciones venideras”. Nos habla del pensamiento catedral, es decir, pensar a largo plazo como los constructores medievales, que sabían que no verían sus obras terminadas en el transcurso de sus vidas. Y a mí me ha hecho pensar en si seremos buenas antepasadas del vaginismo.  ¿Todas las acciones van dirigidas a culminar a larguísimo plazo? Nunca lo había visto así, pues me conformaba pensando que en unos pocos años se conocería mejor el tratamiento. Y de la misma manera que tenemos la obligación de dejar un mundo en buenas condiciones, debemos pensar si las acciones que hacemos dirigidas a la sanidad y a la calidad de vida de las mujeres, son un pensamiento catedral. Es cierto que por ejemplo en mi caso, cuando alguien me agradece lo que he hecho en cuanto a la mejora de su vida, evidentemente me gratifica y me anima a seguir en mi línea de terapeuta, abriendo caminos, ventanas y rendijas, para que las mujeres sean libres, pero me he dado cuenta, gracias a este filósofo, de que me falta ampliar el vértice.

Una de las cosas que más me han convencido es que demuestra precisamente que la gente que sigue este pensamiento, es gente sencilla, como por ejemplo los refugiados, que abandonan su país tomando una decisión a largo plazo, que afectará a sus descendientes.  O bien las culturas aborígenes que no quieren que sus nietos sean víctimas de una colonización. Y pone por ejemplo a tribus indígenas de América donde existe la obligación de pensar siete generaciones por delante. O que en Gales, cuentan con un comisionado que examina posibles consecuencias de las leyes a 30 años vista.

Esta lectura, aquel sábado, me llevó a un entresueño. Me imaginé que una mujer nacida en el año 2070, quizás podría increparme sobre las actuaciones que hicimos en el 2022, para solucionar el vaginismo. Yo le contesté que personalmente, como terapeuta intenté ser mediática, quitar el estigma de enfermedad mental y llegar al máximo de población posible, con la web, en Instagram, con los podcasts. Y además apoyé una asociación, ANVAG, para dar visibilidad al vaginismo.  Y me contó, que más o menos estaban igual al cabo de 70 años, que seguían derivándolas al psicólogo, que muchas chicas no se atrevían todavía a explicarlo, y que aún habían mujeres de 50 años sin solucionarlo.

Me desperté angustiada, pensando que era una pesadilla que no correspondía a inauguración del fin de semana, así que me metí debajo de la ducha largo y tendido, para que se fueran los restos de mis malas vibraciones.  Al desayunar, me di una tregua, prometiéndome pensar en catedral y llegar a ser una mejor antepasada en el mundo del vaginismo. Después empecé a imaginar que podríamos hacer una encuesta a los dirigentes de la educación, de la política y al personal sanitario. ¿Podemos aún llegar a ser unos buenos antepasados? Pensemos a lo grande, en catedral.

¿Y tú qué podrías hacer?  Seguro que se te van ocurriendo un montón de cosas. Yo ya he empezado a hacer anotaciones en una libreta de color de rosa.