Uno de, los pilares fundamentales del tratamiento para superar el vaginismo, es el autoconocimiento. La gran mayoría de las mujeres que acuden a la consulta, nunca, o pocas veces, se han mirado la vulva y la entrada de la vagina, así que la primera lección es observar, conocer los genitales externos y sus diferentes nombres. Es muy emocionante escuchar sus comentarios de sorpresa al descubrir esa zona de su cuerpo y tocarla, que para muchas es la primera vez que lo hacen. Al inicio de la sesión les doy aceite para que puedan masajear su vulva y la entrada de la vagina, que es otra de las tareas de desensibilización necesarias para empezar con el proceso del tratamiento.
Lo que quiero decir con esto es que las mujeres, en general, no son unas expertas ni en conocer sus vulvas, ni las sensaciones que produce un masaje lento con un buen aceite hidratante. Al guiarlas, aprovecho para nombrar las partes de los genitales y les sugiero que hagan el masaje siguiendo los pliegues de los labios menores, subiendo hasta el clítoris y volviendo a bajar hasta el periné, para ascender de nuevo hasta localizar la entrada de la vagina. Ese darse tiempo, creando así el espacio para conseguir un aprendizaje, puede llegar a ser en muchas ocasiones el principio de un gran final: el de superar el vaginismo.
Las parejas heterosexuales, de las mujeres con vaginismo, se pueden ver alejados de la vagina de su compañera, debido a que ellas no se dejan tocar demasiado, por miedo a que a él se le ocurra “meter el dedo”. Irlos involucrando en los avances y en el entrenamiento, puede ser una tarea más o menos complicada dependiendo del tipo de hombre que se tenga al lado, pero si se consigue, es una manera más de trabajar para conseguir el objetivo final.
Así que cuando puedo ver que mi paciente no sabe nada sobre sus genitales, siempre he pensado ¿y qué sabrá su pareja? Los hombres tienen muchas dudas sobre estos temas y no siempre se atreven a preguntar, bien sea por timidez, por vergüenza a mostrar su desconocimiento sobre el tema o por tabú. Puede variar si las parejas son estables y llevan años juntos, el grado de confianza salvará la comunicación, en cambio, si acaban de iniciar una relación, se comparten menos cosas.
Los hombres tienen dudas, ya que normalmente solo saben lo que se les enseñó de anatomía en el colegio o en charlas que se organizaban en el instituto. Así que seguramente conocen lo que son los ovarios o las trompas, pero desconocen muchos temas sobre el funcionamiento del cuerpo de la mujer e incluso sobre la misma anatomía. Leí hace tiempo que, según algunos estudios, pocos hombres ubicaban con exactitud las diferentes partes de los genitales y lo encuentro totalmente normal, porque si las propietarias de las vaginas saben tan pocas cosas sobre ella ¿cómo van a saber más sus parejas?
Cuando propongo a mis pacientes, ya sean de vaginismo o de postparto, que hablen con las parejas sobre sus cuerpos, tanto de la anatomía como de las funciones de cada parte y también de la fisiología, muchas me dicen que lo ven casi imposible, que no saben ni por dónde empezar. Estaría muy bien que ambos fueran aprendiendo juntos.
Hablar de la próstata cuando la pareja lleva años juntos, es decir cuando ambos son mayores, no supone demasiado problema, porque ya se sabe que eso a la larga les sucede a casi todos los hombres, pero es frecuente, oirles decir “son cosas de mujeres” al referirse a la ginecología, por ejemplo. Es cierto, que durante muchos años, si la mujer conocía pocas cosas sobre su cuerpo, lo que sabían los hombres era mucho menos todavía o mejor dicho, nada. Se podían ver como cosas íntimas, pudorosas o quizás sucias. Recuerdo haber oído a mujeres ancianas decir “que tu marido no te vea pariendo, que después te cogerá asco y no querrá ni tocarte” ¡Qué barbaridad! ¡Qué sociedad más alejada de la naturalidad y del conocimiento! Estas observaciones nos hacen ver más allá, quieren decir mucho más de lo que rezan ¿verdad?
Podríamos hacer una relación de temas interesantes del cuerpo de la mujer, que quizás los hombres deberían conocer y probablemente fuera muy extensa, así que os dejo algunas reflexiones que nacen de conversaciones que yo misma he tenido en la consulta.
¿Qué saben del flujo? Saber qué es el flujo, por qué se tiene, los síntomas de normalidad en cuanto a color, olor o textura a lo largo del ciclo, podría ser una lección para conocer, por ejemplo, los días fértiles de la mujer. No tiene por qué “ser una cosa de mujeres”. Resulta curioso que el sexo oral, que en general gusta a la mayoría de los hombres, no es popular entre ellos al cien por cien, ya que hay algunos que no lo soportan, en gran parte debido al mal flujo vaginal.
¿Qué saben del ciclo menstrual? Aparte de que la regla viene cada mes o sino es que la mujer está embarazada, conocen poca cosa más. Los cambios hormonales quizás les suenen a Woody Allen en su famosa película, cuando en la cola del cine le dice a ella “estas muy nerviosa, debes tener la regla”.
¿Y qué hay de los orgasmos? Sabemos que lamentablemente muchas mujeres no han tenido nunca un orgasmo, así que a la pareja le puede costar entender lo qué está sucediendo. Sería enriquecedor para ambos que se reconocieran mutuamente sus fases del orgasmo, que son: placer, excitación, meseta y resolución, y saber que la vagina cambia de medida, tanto de ancho como de largo, ya en la segunda fase. ¡Qué bonito, los dos sintiendo las mismas cosas! Las visitas al sexólogo pueden llegar a solucionar el problema de la anorgasmia, pero la imposibilidad, acumulada durante años, seguro que ha sido un gran impedimento para la comunicación.
Las mujeres tienen problemas vaginales, como el vaginismo y sufriendo esta afección hay tipos diferentes de relaciones de parejas, las que se ayudan e intercambian fuerzas para hacer los ejercicios del tratamiento o bien las que mantienen alejado al hombre, hasta que está solucionado. Si la mujer necesita empoderamiento, el hombre necesita acercarse al conocimiento sobre la vagina.
En las infecciones por cándidas, puede suceder que el hombre sea portador también, pero que no tenga ningún síntoma y todas estas situaciones deberían ser conocidas por ambos de la misma manera. Y todavía con más peso, si hablamos del papiloma y de su prevención, donde ellos tienen tanto que ver. Esa vieja historia de no querer usar preservativo revela un gran descuido por ignorancia.
Para que los hombres conozcan las vaginas de las mujeres, primero las tienen que conocer ellas. Para que los hombres sepan cómo dar placer a las mujeres, primero ellas tienen que saber lo que les da placer y haberlo experimentado a solas. Deben saber lo que les gusta y dónde están los botones del placer, para poder explicárselo a las parejas.
Recordemos ambos sexos, que la vagina no siente demasiado los estímulos, más bien lo consigue si la penetración de lo que sea, está acompañada de refuerzos positivos como caricias, susurros y todas esas cosas que hacen enloquecer a las mujeres,en manos de amantes expertos, a los que les han dicho qué y cómo lo quieren.